domingo, 11 de diciembre de 2016

Pura droga

Pura droga.
Tus besos son pura droga.
Una tan potente
a la que me enganché en la primera toma.

Una tan penetrante
que hasta mis células perdieron su forma.

Y me siento afortunado
por compartir hasta mis partículas
de aire,
diciendo cosas ridículas
que nadie
entendería sólo tú,
mi campanilla,
que soplas tus polvos mágicos
en mi cara,
y me sacas a volar en tus labios.
Y a la orilla
de tu mejilla sonrojada
hay palabras,
que no es una mujer sencilla
pero nada,
porque no hay maravilla
sin problemas.
Y en tu mirada,
azul como el océano
este poema
se escribe solo, no hay dilemas,
sólo un lema,
Hakuna Matata libre,
y en mi yemas
de mis dedos los masajes
hacen gárgaras.

Porque tu garganta...
... también es pura droga.

sábado, 15 de octubre de 2016

La Voz de los Nuestros


Por desgracia, estoy seguro de que todos
los que están leyendo las siguientes líneas 
hemos perdido a alguien en algún momento. 
Echamos de menos a esa persona especial que ya no está, 
y todos tenemos algo que decirles...

... pero ellos también tienen algo que decirnos. 

Cerrad los ojos e imaginaos junto a vosotros a esa persona, 
materializadla a vuestro lado, 
esto es lo que os dicen. 
Esto es La Voz de los Nuestros.



Hola,
sé que hoy no me esperabas
sentada aquí a tu lado a solas.

Perdona
por no haber venido antes
mas sólo tengo un instante
para decirte unas palabras ahora.

Siente mi mano en tu hombro
hoy estoy aquí contigo
estoy en todos tus sentidos
y ahora te beso en el rostro.

Quizá me fui demasiado pronto
no pude disfrutar de tu sonrisa
pero verte me devuelve la vida
te quiero para siempre,
te quiero con todo.

Una caricia en la mejilla
sonríe, por favor, sonríe,
siempre estoy viva cuando sonríes
en tu corazón, detrás de tus costillas.

Estoy orgullosa de tí, te lo aseguro
¿cómo no voy a estarlo?
¿cómo no voy a estarlo?
si eres lo que le da sentido a este mundo.

Ahora, dicen, soy estrella,
pero yo creo que soy recuerdo.
El recuerdo de tus sueños.
El recuerdo de estas letras.

Me fundo en tu abrazo, ¿lo sientes?
El calor de mi esencia.
La vibración de mi existencia.
Tú y yo. Y nadie más. Siempre.

Adoro verte feliz,
te lo mereces,
sigue siendo como eres.
Y vive, vive, vive siempre
                   ... vive por mí.


martes, 2 de agosto de 2016

Día 23 (Parte III). Torrevieja Zombie.

El mismo tiempo nos llevó a los dos grupos separados llegar a nuestros destinos. Para cuando el furgón cargado de gente entraba en el parking del Mercadona, Aris, Javier y yo nos ocultábamos de un grupo reducido de zetas que rodeaban la iglesia. Estaba claro que algo o alguien estaba haciendo sonar la campana. Recordé que algunas iglesias más modernas, como la del Sagrado Corazón, ni siquiera tenían campanas y era una grabación que se emitía por grandes altavoces. No sabía si la ermita tenía o no campana, pero no podíamos quedarnos parados sin comprobar qué había hecho sonar aquella melodía que incitaba al rezo.
Rodeamos la iglesia para poder entrar por la puerta principal sin que nos advirtieran los zetas. La verdad es que no sabía muy bien cómo eran capaces de conocer nuestra posición, pero en aquel momento, el no hacer ruido y ser un grupo tan pequeño nos sirvió para pasar inadvertidos. Entramos en la iglesia. El portón estaba semiabierto, así que alzamos nuestras armas y estuvimos preparados para, en caso necesario, salir disparados. La Iglesia se abría ante nosotros solemne. Miré al gran cristo en la cruz y por un momento creí que se bajaría de la cruz y nos echaría a patadas de allí por infieles. Nos miré a Javi, a Aris y a mí y no pude más que reír a carcajadas. Se me escapó la risa nerviosa e hice mucho ruido. Demasiado. Tanto que loz zombies de afuera me escucharon y se empezaron a amontonar en la entrada. Javi se cargó a dos que ya entraban en la sala con dos disparos espléndidos entre ceja y ceja. Aris se puso a cubierto, pues maniatado como estaba no podía hacer mucho. Yo cerré el portón como pude, y advertí que la cruz que adornaba el tejado de la iglesia estaba caída, clavada en el suelo. Nos quedamos atrapados en la iglesia. Buscamos por toda la iglesia algún rastro de vida, pero lo único que encontramos fueron cuadros de santos por los suelos, papeles volados, y el reproductor que daba las campanadas. Lo apagué para que no llamase más la atención. Me sentí solo después de que las campanas dejasen de sonar. Volvieron los rugidos de zombies del exterior.
     - Parece que estamos solos - dijo Aris. Hasta su tono de voz había cambiado.
     - Pasaremos aquí la noche - continuó Javi -. Mañana ya veremos qué hacemos.

En el Mercadona, el grupo con Claire a la cabeza, habían hecho un círculo pegando sus espaldas para cubrirse unos a otros por todos los flancos. Todos llevaban una pistola en la mano con la que defenderse. Entraron por la puerta, completamente abierta de par en par. Parecía que hacía bastante tiempo que nadie (ni nada) había pasado por allí.
Todo estaba revuelto, cosas por el suelo y cristales rotos. Lo primero que hicieron fue reconocer el lugar por completo. Recorrieron los pasillos, ya un poco más separados y tranquilos, y descubrieron que allí no había absolutamente nada. Ni una sola persona o cadáver o muerto viviente. Se sorprendieron, pero al fin y al cabo, se aliviaron. Estaban en una zona relativamente segura y repleta de provisiones. Se apresuraron en tapar absolutamente todas las entradas con estanterías, cajas y todo lo que encontraron. Y consiguieron encerrarse dentro.
Se sentaron todos en círculo en el pasillo de los snacks y mientras abrían bolsas de patatas y Cheetos se miraban los unos a los otros. Raúl miraba a todos, completamente preocupado. Era el mayor de todos, pero se veía superado por la situación completamente, y era incapaz de pensar con claridad. Se sintió seguro por primera vez, y entonces cayó en la cuenta de que lo que estaban haciendo era peligroso. Pero prefirió ahorrárselo hasta el día siguiente. Se merecían una noche de descanso al menos. Gema y Asun estaban abrazadas, calmándose la una a la otra.
     - Lo hemos abandonado allí - dijo Gema -. Teníamos que habernos quedado con él - dijo refiriéndose a mí.
     - Nos estaba poniendo en peligro a todos - respondió Asun.
     - Nos ha salvado la vida muchas veces, ha estado más en peligro por nosotros que por los zombies.
     - No... ha estado en peligro por Aris - siguió Claire, que se unió a la conversación -. Dejar a ese tarado solo y que se las apañase era la mejor opción. Pero el cabezota de Adrián jamás lo permitiría.
     - Tenemos que volver a por ellos - Gema parecía arrepentida.
     - Estarán bien - saltó Mario mientras terminaba de apagar el cigarrillo en el suelo -. Conozco a Adrián y a Javi, mientras permanezcan juntos estarán bien.
     - ¡No te da vergüenza! - gritó Gema -. ¡Has abandonado a tu propio hermano!
Mario no le dio importancia. Pero en el fondo sabía que llevaba razón. Se acercó a Álex y se sentó a su lado.
     - Nunca me han gustado mucho las Pringles - comenzó a hablar Álex -. Pero ahora... me saben a gloria.
     - Tú pareces el más razonable aquí - fue directo Mario -. ¿Crees que hicimos bien viniendo aquí?
     - Desde luego no hicimos bien separándonos - sentenció Álex acabando el bote de Pringles.
Mientras todos hablaban con todos, nadie se dio cuenta de que Mari se había ausentado. Desapareció por una de las puertas del personal del Mercadona.
Y lo que no sabían ninguno de los dos grupos, es que, tras caer la noche, descubrirían que no estaban solos como pensaban.

martes, 26 de julio de 2016

Día 23 (Parte II). Torrevieja Zombie

El furgón avanzaba lento pero seguro. La verdad es que todos estaban haciendo un trabajo exquisito, y poco a poco los zombies se caían hacia los lados, o eran aplastados por las ruedas. Se abrieron paso por las calles del centro de Torrevieja, cogieron velocidad, y atravesaron la calle Maria Parodi hacia el norte. Asun, aún en el techo del furgón, cogió una cajetilla de tabaco de uno de sus bolsillos, se encendió un cigarrillo, se puso otro detrás de la oreja y se tumbó para pasarle uno encendido a Mario a través de la ventanilla. Éste lo cogió y le dio una larga calada.

Álex sabía que lo que estaba haciendo era lo mejor para la supervivencia del grupo, pero no  se sentía bien haciéndolo. Estaba completamente exhausto, pero aún conservaba la energía suficiente como para que su sentido de la justicia estuviese a pleno rendimiento. Sentía que lo que habían hecho no era justo. Nada justo. Pero ya estaba hecho por el bien de la supervivencia, y lo único que quedaba era tirar para adelante, aunque fuera separados.

Claire estaba decidida con su plan. Se decidió ir al Mercadona de "aguasnuevas", fortificarlo por todos sus flancos y empezar desde ahí lo que sería un campamento provisional. Recuperarse, reponerse, aprovisionar furgones y grandes vehículos, y salir de la ciudad en busca de una zona segura real.

Raúl, Mari y Gema empezaron a hablar en la parte de atrás del furgón. Empezaron a conocerse más, ahora que tenían ocasión. Todos coincidieron en que tenían más miedo ahora que nunca. Y todos coincidieron también en que lo que habían hecho era lo mejor. A Aris, en cualquier momento, podrían cruzársele los cables y acabar lo que los zetas aún no habían podido hacer. Sin embargo, también pensaban en Javi y en mí, y en cómo les habíamos salvado la vida en varias ocasiones. Sentían como si nos hubiesen abandonado a nuestra suerte, o, lo que es peor, como si ya no tuviesen nuestra protección. Jamás entenderé cómo podían sentirse protegidos por mí, cuando lo único que hacía yo era luchar contra mi propias ganas de abandonarlo todo y rendirme.

Pero no lo hacía. Cuando dejé de abrazar a Aris sentí que se había calmado muchísimo más. Su mirada estaba más serena y relajada. Me levanté y le ayudé a ponerse en pie.

     - Hay que salir ya de aquí o acabaremos calcinados - dije empezando a movernos -. El fuego se está acercando mucho.

Javier me miró y me hizo una señal de silencio. Se oía las campanas de la iglesia.

     - Habrá que ir a ver qué es - sentenció por fin.

miércoles, 20 de julio de 2016

Analfabeto

No tengo más remedio que amarte.
Que sentir infiel deseo
por tocarte, por besarte.

Qué hacer si mi pensamiento interno
dulce fuego
amargo cielo
muere por decirte te quiero.

Analfabeto...
... me siento analfabeto.


martes, 19 de julio de 2016

¿Te ahogas en sufrimento?

¿Te ahogas en sufrimiento?
¿O es sed, negra paloma,
de tal gélido sentimiento?

¿Qué harías si desgarro tus entrañas
y me llevo tus lágrimas
vistiendo de nuevo
de azul el cielo?

Escucho tus plegarias
y me río a carcajadas,
sabrosas cual venganza
tras saber que tú,
y tus puños,
y tus lamentos,
le dan la espalda a la luz
y se sirven un caldo
de lágrimas
convertidas en versos.

Pregúntale a tus plegarias
si realmente quieren llegar al cielo.

viernes, 15 de julio de 2016

Día 23. Torrevieja Zombie.

Solos en mitad de un infierno.

Javier y yo nos habíamos quedado mirando cómo el furgón subía la avenida del Paseo Vistalegre y empezaba a atraer a las primeras oleadas de zetas. Claire, desde arriba del furgón, disparaba con una puntería increíble a las cabezas de los muertos vivientes, dejando un reguero de sangre negra. Aris se descojonaba detrás de nosotros mientras todo el edificio empezaba a arder.

- Creo que no habéis pensado bien lo que estáis haciendo – dijo mientras se le escapaban lágrimas de la risa.

Me quedé pensando con la mirada fija en él. Tenía ganas de partirle la boca, pero me las guardé para mí. Estaba claro que Aris no era así, lo conocía de toda la vida, el estrés por el que tenía que estar pasando le había superado y lo transformaba en esa arrogancia y mala educación. Me acerqué a él mientras me miraba riéndose de mí. Me arrodillé a su lado y, sin más, le abofeteé los dos lados de la cara hasta que dejó de reír y sus lágrimas se agotaron. Y luego, simplemente, le abracé.

Más adelante, a la altura de la fuente de la Plaza Waldo Calero, el furgón se detenía frente a una horda de zetas enorme. Debía haber casi dos centenares. Asun y Claire prepararon botellas explosivas y las lanzaron en mitad de la jauría, pero no era del todo suficiente. Raúl cubría la retaguardia disparando a los zombies rezagados, Gema y Mari reponían la munición, que a esas alturas ya estaba escaseando mucho. Mario se abría paso entre los zombies demostrando su habilidad para conducir vehículos pesados mientras disparaba por su ventanilla, con mucha menos puntería de la que estaría orgulloso a reconocer.

Pero Álex no hacía nada. Estaba sentado en el asiento del copiloto recogido en sí mismo. Retraído en una introspección solemne.

A lo lejos, por encima de las gargantas de los zetas con sed de sangre, y sin el ruido común al que estamos acostumbrados que pudiese ocultarlo, aún tañían las campanas de la Parroquia del Sagrado Corazón.